Algunos políticos lo dicen en voz baja, pero otros se animan a plantear abiertamente que hay suspender las elecciones primarias obligatorias, previstas por ley para el 14 de agosto de este año. Si bien es cierto que las mismas carecen de sentido porque su espíritu, como ocurre y se practica en la Provincia de Santa Fe, es que sirvan para que los ciudadanos voten las fórmulas que después llevan los partidos políticos a la elección; la suspensión sería una mala señal porque no estaría permitiendo que, al menos, la población acompañe o desapruebe con su voto fórmulas que en muchos casos, o en la mayoría, han sido elegidas a dedo. Y aquí radica el principal miedo de la dirigencia política frente a la gran encuesta nacional en que podrían convertirse estas primarias.
¿Qué sucedería con alguna fórmula presidencial, encabezada por algunos notables, que no lleguen al 10% de los votos de la gente? Se deberían bajar automáticamente de la contienda electoral con vistas a octubre porque la gente ya los estaría rechazando; pero nadie quiere pasar por ese filtro, o al menos no, un alto porcentaje de la dirigencia política.
Si bien se estima poco probable que el oficialismo acceda a este pedido, que ya han hecho público algunos legisladores y que debería votar el parlamento nacional, nada se descarta porque hay un antecedente de eliminación de las elecciones de este tipo en el año 2002.
La dirigencia política de la Argentina, que muchas veces se jacta de someterse a la voluntad popular, le escapa al voto de la gente, que últimamente maduró mucho y que aprendió a ordenar con su elección lo que los políticos no hacen.
Jueves 07 de julio de 2011