Paolo, el papá de Lucas Menghini Rey, se enteró pasadas las 8.30 del accidente en el Sarmiento. De inmediato, llamó al celular de su hijo, sabiendo que era la hora en que habitualmente él tomaba el tren en Padua, para ir a su trabajo en un call-center del centro capitalino. No respondió. Insistió, pero nadie le respondía. Llamó al trabajo de su hijo, pero no había llegado, entonces salió disparado para la estación Once. Llegó en plena tarea de rescate. Buscó desesperado pero no lo encontró. De inmediato, con la mamá de Lucas y otros familiares comenzaron la peregrinación por los hospitales, uno por uno. A la noche, fueron a la morgue. Les fueron mostrando por grupos de personas, de acuerdo a las características del joven. Se retiraron con cierta dosis de impotencia, no conformes con el trabajo realizado allí.
Siguieron la búsqueda, y la deseperación aumentaba. Al otro día, volvieron a la morgue porque no se habían retirado conformes y temían alguna falla. Lucas no estaba allí. Los amigos comenzaron a movilizarse junto a toda la familia, y comenzó la distribución de fotos. Siguieron la búsqueda desesperada por hospitales públicos, privados y sindicales. Nada. Paralelamente, se enteraban de que la cifra oficial de muertos era de 50, y que se habían retirado todos los cuerpos de los vagones del tren; supusieron que las personas encargadas de la tarea de «rastrillaje y limpieza» en el tren, habían revisado todos los lugares. Ese dato aumentaba la esperanza de que Lucas estuviera con vida, tal vez schokeado.
El viernes por la mañana fueron recibidos por el juez de la causa, Claudio Bonadío, quien les solicitó ropa de Lucas para que los perros cumplieran su labor de búsqueda nuevamente en los vagones. Allí lo encontraron, en el tren que se suponía había sido revisado prolijamente, para dar a conocer oficialmente que la cifra de muertos era de 50. El viernes a la noche, al tiempo que agradecían la contención y el buen trato recibido por las autoridades policiales destacadas en la estación de Once, Paolo, el papá de Lucas, le advirtió al responsable de ese lugar: «así como le agradezco la contención y la buena atención, le digo que no voy a parar hasta saber quién firmó que la cifra de muertos era de 50, que en el tren no había nadie, y que mi hijo no estaba allí».
Cuando se enteraron del comunicado del Ministerio de Seguridad de la Nación, que daba detalles del lugar donde había sido encontrado Lucas y que ese lugar no estaba habilitado para que viajen personas, la indignación de los padres y familiares de Lucas fue en aumento. Ya se habían retirado de Once y de la morgue, donde tuvieron que reconocer el cuerpo de Lucas, y donde le dieron el último adiós. La indignación, lógica, de los padres, familiares y amigos, se basa en que, como comentó una y otra vez Paolo a los que lo acompañaron en el último adiós a su hijo el sábado: «nos hicieron recorrer todo lo que recorrimos, más de 50 horas, ir de un lugar a otro, y mi hijo estaba en el tren, ¿y encima quieren decir que él tiene la culpa de estar muerto porque viajaba allí?»
Este mediodía, a las 13hs, darán una conferencia de prensa para pedir por los responsables, no solo de la tragedia sino de los que firmaron la comunicación oficial indicando que no había más muertos en el tren y que la cifra definitiva era de 50. También será un momento para manifestar su indignación por el comunicado del Ministerio de Seguridad, donde prácticamente lo hacen responsable a Lucas de su muerte por el lugar que había elegido para viajar, como si la gente fuera la responsable por el pésimo servicio ferroviario que ofrecen los concesionarios del Sarmiento.
Una más de la Argentina del revés.
Lunes 27 de febrero de 2012