En diálogo con Mañana Sylvestre, el obispo de San Isidro reflexionó sobre el legado humano, espiritual y político del primer Papa argentino. Su figura, sencilla y comprometida, marcó una época.
Tras la conmoción mundial por el fallecimiento del Papa Francisco, las palabras de quienes lo conocieron de cerca y compartieron su camino cobran un peso especial. En una emotiva entrevista en el programa Mañana Sylvestre por Radio 10, el obispo de San Isidro, Oscar Ojea, ofreció una sentida reflexión sobre el pontífice argentino: “Murió con las botas puestas, murió trabajando. Era un hombre de compromiso hasta el final, va a dejar una importante huella en la historia”, sostuvo.
Francisco, cuyo nombre era Jorge Mario Bergoglio, asumió el papado en 2013 y desde el inicio marcó un rumbo distinto: más cercano a los humildes, más austero, más humano. Ojea, que compartió jornadas en Santa Marta con el pontífice, evocó: “Se levantaba a las 4 de la mañana, hacía su oración y comenzaba su jornada. Era impresionante ver su entrega”.
Pero más allá del testimonio afectuoso, el obispo fue enfático en señalar que no se ha comprendido aún en profundidad la dimensión intelectual y pastoral del Papa: “Hemos hablado de un Francisco anecdótico, si sonreía, si daba un rosario. Y no lo hemos leído. Tiene un magisterio muy fecundo que ahora tenemos la responsabilidad de hacer resonar”.
En ese sentido, Ojea apuntó a lo que considera el gran mensaje final de Francisco: su última encíclica, Nos amó, centrada en la necesidad de recuperar el corazón. “Él decía que la causa última de la guerra está en el corazón del hombre. Si uno no se conmueve ante una abuela que pierde todo, entonces no hay corazón”, remarcó.
